Alejandro ‘Bimbo’ Carmona lo recuerda como ayer. Tiene
la imagen bien fresca en su mente: frente a frente a LeBron James. “Caballo versus caballo”, dice el alero boricua acerca de su
enfrentamiento ante el ahora estrella del Heat de Miami en la NBA, en un choque
de los dos mejores programas de baloncesto de escuelas superiores en el estado
de Ohio.
Bimbo era la figura estelar de Troy High School y LeBron de
St. Vincent-St. Mary. Bimbo cursaba el décimo grado y LeBron el noveno. “Le metí como 30 puntos”, suelta sin vacilar. “Le puedes
preguntar a Giddel (Padilla) y a Rolando (Hourruitiner)”, abunda en referencia
a los exbaloncelistas que sirvieron de mentores en ese momento.
¿Y LeBron cuántos puntos marcó?, se le preguntó.
“Como 20 puntos. Ya era un fenómeno. Un ídolo en el estado.
Ya tenía un talento increíble”, contesta.
Ese no fue el único enfrentamiento ante LeBron. “Lo volví a
ver en un campamento de Nike, donde estaban los mejores jugadores de la escuela
superior”.
Hay algo de orgullo en las palabras de Bimbo al hablar de
sus choques ante la superestrella de la NBA, pero también hay un sentimiento de
frustración al pensar en lo que él pudo haber alcanzado y no alcanzó.
“Me pongo a analizar y digo que no hubiera estado aquí, sino
jugando en la NBA”. “En Ohio fui uno de los prospectos. Tenía toda la atención
de las universidades, pero uno comete errores. Vine a Puerto Rico y desperdicié
la oportunidad”, admite el jugador de los Caciques/Gigantes de Humacao/Carolina
del BSN con resignación.
El Jet de Calipari
La historia de LeBron no es la única que confirmaba su
potencial en la escuela superior. Hay otra también interesante: el viaje a la
Universidad de Memphis en un avión privado del entonces dirigente de la
institución, John Calipari.
“Calipari me envió a buscar a Cleveland. Estaba en el grado
11. Íbamos el piloto y yo. No lo podía creer”, cuenta.
Y en efecto fue así.
“Para aquel tiempo, los jugadores podían jugar con otros
canasteros que no fueran de la universidad y Calipari me llamó y me dijo: ‘Ese
muchacho tiene la capacidad defensiva de un jugador de NBA’”, rememora Giddel
Padilla, quien jugó para Calipari en UMass.
Michigan State, Cincinnati y Dayton fueron otras
universidades interesadas en él. “Tenía más de 100 ofertas”, dice Hourruitiner,
por su lado.
Todo lucía perfecto para que Bimbo fuera camino a
convertirse en una gran promesa. Solo había un obstáculo por vencer: la parte
académica. Desde niño, Bimbo confrontó problemas en la escuela.
Padilla dijo que cuando lo conoció “era un desertor escolar.
Era cuesta arriba porque no tenía ningún bagaje académico. Era un niño sin
ninguna destreza académica”.
Difícil Infancia
Su entorno familiar no le ayudó en su niñez en el
residencial Lagos de Blasina, en Carolina. Su progenitor estuvo muchos años
en cárcel y su madre estaba ausente la mayor parte del tiempo en el
hogar.
Bimbo, incluso, fue removido de su casa en una ocasión.
“Como a los 10 años, Servicios Sociales nos removió de
nuestra casa. Estuve como un año y medio en otros hogares. Estuve en Trujillo
Alto y en Santurce con buenas familias. Luego mi papá salió de la cárcel y tomó
nuestra custodia”, cuenta Carmona.
Finalizó el undécimo grado en Cleveland, pero el panorama no
era el mejor para seguir allí y optar por un diploma. Así que retornó a
Puerto Rico y terminó el duodécimo grado en Mercy Soto, precisa Padilla.
Posteriormente, hubo otro intento para llevarlo a una institución
a través de una Prep School en Boston. “Era una preparatoria, que le ayudaba a
mejorar el promedio y así entrar a la universidad”, dijo Padilla.
El intento fue infructuoso. “A los dos meses se fue y vino
para firmar con Mayagüez (en el BSN). Le ofrecieron dinero y ese fue el
problema”, continúa Padilla al precisar que pudo haber devengado un contrato de
$10,000 o $15,000.
“Para un joven que viene de una familia de escasos recursos
era muy difícil rechazar la oferta. Tuvo muchos problemas en la infancia. No
tuvo esa madurez”, dijo Hourruitiner. “Le faltó esa formación familiar, como el caso de José Juan
Barea que sus padres lo dirigieron en el proceso”, interrumpe Padilla.
Bimbo, con 17 años, comenzó su carrera profesional. Y aquí
en el torneo local ha sido uno de los jugadores más consistentes en la pasada
década. Así lo demuestran sus números al promediar 18.2 puntos y 5.5 rebotes en
260 partidos con cuatro franquicias.
No obstante, su paso por la liga se ha visto manchado por su
vínculo a sustancias controladas. En el 2004 fue suspendido por supuestamente
arrojar positivo en una prueba de dopaje. Mayagüez apeló el castigo y ganó el
caso.
Y en dos ocasiones (2004 y 2008) fue arrestado por posesión
de drogas. Ningún caso prosperó.
Su último tropiezo aconteció hace dos años, cuando dio
positivo a un diurético en una prueba suministrada de cara al Torneo
Preolímpico de Argentina. El resultado llegó en la parte final del certamen y
Bimbo fue separado del plantel en los últimos dos encuentros.
Bimbo admitió que usó el diurético para encubrir el anterior
uso de marihuana.
Fue suspendido por una temporada. No pudo jugar en el pasado
torneo del BSN con Mayagüez. Ese periodo, según él, le ayudó a analizar lo que
deseaba hacer en su futuro, cuando tiene que mantener a dos hijos y a una
esposa.
“Uno aprende de los errores. Cuando vino la suspensión pensé
mucho en mis hijos, porque lo único que sé hacer es jugar baloncesto”.
Bimbo cumplió la suspensión y no perdió tiempo en regresar
al tabloncillo. Fue a República Dominicana y luego a Venezuela, antes de
integrarse a los Caciques/Gigantes. Y él está de vuelta como en sus mejores
tiempos, promediando 19.9 puntos con 7.6 rebotes.
“Decidí entrenar duro y estoy demostrando lo que sé hacer.
Tengo 29 años y siento que estoy en el ‘peak’ de mi carrera. Estoy enfocado en
mi vida. No miró atrás. Borrón y cuenta nueva... siento que tengo una nueva
vida”, concluye con optimismo.
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